Rodrigo Aravena

Pensando en 2017

Rodrigo Aravena ECONOMISTA JEFE BANCO DE CHILE

Por: Rodrigo Aravena | Publicado: Martes 28 de junio de 2016 a las 04:00 hrs.
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Es usual que en estos meses comiencen los análisis y discusiones sobre el escenario macro del año siguiente, lo cual ocurre, en gran medida, por dos razones. La primera es que gran parte del crecimiento del año "está jugado", pues no es mucho lo que podemos hacer para dar un cambio material en su tendencia. La segunda, y quizás la que acapara mayor atención mediática, es que ocurren los primeros hitos en la elaboración del presupuesto fiscal, a través de las estimaciones de PIB potencial y precio del cobre. Estos temas estarán muy presentes en la agenda de discusión nacional, especialmente en el actual escenario macro.

Sin embargo, antes de mencionar cualquier aspecto del próximo año, tenemos que discutir sobre lo que hemos observado en 2016 y la base que nos dejará hacia adelante. En ese sentido son tres los grandes temas a considerar.

Lo primero es que cada día hay más evidencia de que la desaceleración que enfrenta el país tiene un componente estructural no menor. Varios elementos nos llevan a que tiene mucho menos de ciclo y que llegó para quedarse por un buen tiempo. Por ejemplo, el hecho de que el crecimiento de este trienio sea el menor desde 1985, pese a que no hemos entrado en recesión, genera alertas sobre un cambio con componentes estructurales. La inflación permanentemente sobre la meta (incluso al separar componentes no afectados directamente por el tipo de cambio, como servicios y bienes no transables) y el desempleo aún bajo son señales de que las brechas de capacidad no son tan amplias como tradicionalmente sugiere un crecimiento de 2,0%. Es importante recordar que esta desaceleración ha sido liderada por una abrupta caída en la inversión, lo cual tiene impactos de primer orden sobre el PIB potencial. Con todo lo anterior, no podemos descartar que este año nuevamente se ajusten las expectativas de crecimiento tendencial, incluso hacia valores en torno al 3,0%.

Un segundo elemento que marcaría 2016 es que muchos riesgos negativos se han materializado y ya son parte de la realidad que enfrenta el país. En diciembre de 2015, el IPoM destacaba las caídas en los precios de materias primas, deterioro en el crecimiento de Latinoamérica y la falta de recuperación de las expectativas locales. Hoy todos ellos son parte del nuevo escenario y no hay razones robustas para esperar un cambio relevante en el corto plazo. A ello se debe agregar el resultado del referéndum en Reino Unido sobre su salida de la UE (Brexit), lo cual si bien era altamente improbable algunos meses atrás, hoy genera una serie de interrogantes sobre sus potenciales efectos tanto en términos financieros como reales en el mundo. Si bien es aún temprano como para cuantificar el impacto que tendrá en la economía global, sin lugar a dudas que constituye un importante elemento de deterioro del escenario externo.

Lo tercero es que muchas veces dijimos que la pista se pondría más pesada, también por factores internos. Así, la moderación en el ajuste del gasto fiscal, la política monetaria menos expansiva y la ausencia de una depreciación adicional en el tipo de cambio real, fueron determinantes -en el margen- para que el crecimiento no llegara al 2,0% este año.

¿Qué podemos decir para 2017? Más allá de realizar una estimación cuantitativa de PIB (que por lo demás no tiene sentido tan temprano y con tanta incertidumbre), podemos pensar que probablemente estaremos con una cifra no muy distinta de lo que hemos observado los últimos años y aún con una serie de riesgos externos. Pero ello ya es suficiente para plantear ciertos temas que deben estar en la discusión macro.

Uno dice directa relación con la política fiscal. Bajo crecimiento estructural y menor precio del cobre son elementos suficientes para poner más foco en la moderación del gasto y continuar con la convergencia hacia el equilibrio fiscal. Si bien hay un espacio muy amplio para discutir elementos como el nivel de balance que se requiere en el largo plazo y cuál es la mejor velocidad de convergencia, hay poco espacio para discutir dos temas: no es recomendable que la deuda neta siga creciendo mucho y no se requiere una política fiscal más expansiva. Es importante destacar que esto no se trata de si el país crece mucho o poco, sino que de la naturaleza de su desaceleración. Si la caída en el crecimiento fuera transitoria, sería todo distinto.

Si la política fiscal requerirá más ajustes en el futuro, y además el ciclo de commodities va en retirada, hay que fortalecer más la discusión sobre las fuentes de crecimiento de largo plazo. En ese sentido, es importante el foco para fortalecer la inversión en distintos sectores y generar condiciones que promuevan una flexibilidad (sobre todo en empleo), que permita adaptarse en diversas etapas del ciclo. Chile requiere que nos sentemos a discutir respecto a la forma de fortalecer y diversificar nuestra matriz productiva, especialmente cuando los factores que nos ayudaron hasta un par de años atrás ya no estarán. Si bien son varios los desafíos por delante, tienen algo en común: requieren visión y discusiones de largo plazo de manera transversal.

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